domingo, 21 de abril de 2013

Lo que los antiguos faros escondían por dentro.

Antiguamente, el concepto de "faro", no era exactamente una simple construcción de guía marítima; era algo más que eso: una vida y profesión.

La profesión de farero fue una de las profesiones más arraigadas, pero la llegada de las nuevas tecnologías sacó a los hombres del interior de los cilindros que avisaban a los marineros. Hoy en día un solo hombre se encarga de las grandes linternas marítimas, sin ni si quiera habitar en ellas. La esencia del Romanticismo de quienes vivieron en ellos sigue intacta pero saben que su vocación ya no tiene relevo generacional. Pero, retrocedamos en el tiempo: ¿Cómo era el trabajo de estas personas?
La vida y el trabajo de los fareros ha estado tradicionalmente rodeada de un cierto misterio, siendo muy abundantes en la literatura escrita y oral las leyendas, quizás historias, que les atribuyen hechos y circunstancias muy singulares.
 Alguno de los fareros, que desembocaron su vida en este oficio, consideran que lo peor era el aislamiento que sufrían en los faros por lo que tenían que combatir su soledad pescando  cazando, cuidando algunos animales e, incluso, construyendo embarcaciones que vendían a terceros.
Los faros se convertían en sus hogares, hasta el punto de llegar a disponer de su propio horno para poder hacer pan y de fabricar molinos de viento con los que cargaban las radios para poder comunicarse con el exterior. Pero, estos hogares, eran compartidos con más familias de fareros, por lo que, para una máxima organización y buena relación entre ellos, asumía una especie de “jefatura” el más antiguo del escalafón.
Sin embargo, no todos eran capaces de soportar esta forma de vida, pues exigía una gran capacidad para el aislamiento, por lo que, algunos de ellos, lo tenían como segunda profesión; dando preferencia a otros tipos de trabajos como la ganadería o la agricultura.
Como podemos ver, hay profesiones que, además de ser un medio y modo de vida, llevaban consigo añadidas el romanticismo de otros tiempos, de cuando el GPS y la línea ADSL no eran más que unas iníciales que auguraban unos cambios que parecía que nunca llegarían. Pero estas letras tomaron forma real y se llevaron consigo la esencia de trabajos que cayeron en el olvido, como a la que nos hemos referido, y la cual hemos perdido: el farero. En el Occidente ya nadie duerme en el faro y ahora sólo un hombre se encarga de mantener a punto estas enormes linternas que siguen alertando a los barcos de la galerna y la peligrosidad en la mar. El farero, como tal, ya no existe.


Tiempo libre del farero, exteriorizándose con la radio y jugando al ajedrez.

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